El escritor, según mi propia definición, es alguien que arma un rompecabezas gigante, cuyas piezas son palabras. Palabras que son como pedazos de una imagen. Finalmente la imagen general aparece, como los fractales, esas complejas imágenes formadas por la simple transformación lineal de pequeños motivos.
Pero algún día, ese día, va a ser el último. Inevitable e irreversible. Y posiblemente el rompecabezas quede sin terminar. Formando una imagen reconocible o quizás sea tan solo un revuelto de fichas desordenadas por la desesperación y el olvido.
Sin embargo hay dos fichas que por si mismas son capaces de formar la totalidad de la imagen. Son los dos pequeños motivos básicos del fractal de la vida. Las dos palabras que resumen un vivir verdadero: Gracias y Perdón. Indicativos ciertos de la evolución. Agradecimiento por cada pequeño instante y el saber que nos vamos a equivocar, que vamos a pasar dolor y que vamos a ser parte del dolor de alguien más.
Este es mi aporte como escritor a la reflexion de fin de año. Dos palabras que definen la vida plena. No éxito, no placer, no satisfacción, no logros. Simplemente: Gracias y Perdón.